Había ido al
seguro a gestionar mi pasaje. Era un lunes cualquiera cuando de pronto me topé
con una anciana de más o menos unos setenta a ochenta años. Era bajita ella y era
notoria su dificultad para caminar. Difícilmente se hacía entender en su
españquechua, tenía un gran parche en el cuello y también gestionaba su pasaje
del seguro para Lima.
Pero mamita,
porque no te haces acompañar por alguno de tus hijos ¿tienes hijos?, dijo una
doña acercándosele para leerle su cita. Si mama, tengo tres hijos. Dos viven en
Lima, ellos trabajan, no pueden venir dijo sollozando. Pero con quien vives?. Vivo
solo con mi hija que se ha quedado en la casa en Nueva Villa, ella siempre me acompaña, ahora
voy a ir a Lima con ella pues. Pero debe acompañarte, ella debe venir contigo, que mala tu hija.
No mamita, ella es buena pero es “especial” por eso la dejo encerrada en mi
casa. Ay dios, dijo la doña y no pregunto más. Le puso algo en las manos “para
tu pasaje mamita” dijo y… volteó la mirada hacia otro lado como para ocultar que
le brillaban los ojos… se hizo un silencio, solo se escuchaba el
rumor de la calle y entonces cada quien volvimos a nuestro cada día…