El primo Fernando Ramírez Gutiérrez. Años sin verlo. Recuerdo que era el más entusiasta armando el equipo de futbol que representaría a Sacota frente a los combinados de Palca y San Luis de La Planta allá por los '60s. No por algo el tío Miguel lo había designado como el “capitán”. Para esto, el tío había traído de Lima un juego completo de chompas, pantalones, botines y medias deportivas. Y el primero que se la probó fue Fernando, camiseta roja encarnada como la sangre que recorre por las venas de cual cholo bravío, con franja blanca nívea como la nube que corona los andes, tal cual la selección peruana, en el pecho la tía Ube le había colocado las letras CDS “Club Defensor Sacota”. Linda época, cuando Sacota estaba en su apogeo. El cumpleaños de la abuela era el 31 de diciembre y para ello llegaban todos los tíos, tías con ellos los primos y demás familiares. La fiesta empezaba desde el 22 de diciembre y no terminaba sino hasta el 06 de enero del año siguiente. Para ello, no había mejor forma de agasajar a la abuela que brindándole el trofeo ganado en torneo relámpago de futbol. Tenemos que asegurar el partido murmuraba el primo, la tarde anterior a los encuentros nos reunió y nos dijo con viva voz ¡vamos a entrenar!. Y nos fuimos a “entrenar”. El “estadio” estaba en una ladera, casi a la falda del cerro. Cuando la pelota salía por la banda de occidente, los recogebolas teníamos que correr como doscientos metros para recogerlas"Tú, Diego por la punta derecha, Maxi atrás en
la defensa yo al medio para apoyo”. Esa era la columna vertebral del equipo que
luego fue completando con los hermanos Salvador y Felipe Treviño, Florencio
Amau que más que peón fue como un hermano mayor y otros jóvenes vecinos de
Sacota. No había que sobornar al árbitro para asegurar el triunfo, íbamos mas
arriba, a la pachamama. La madre tierra nos daría el triunfo. Después de la pichanga,
hicimos hoyos en ambos arcos y luego unos cuantos rezos, enterramos una bolsita
de coca con un “cuarto de trago” y respectiva cajetilla de cigarros
"inca". Ya oscureciendo la tarde volvíamos a casa, donde las tías habían
preparado una suculenta “lawa” a base de “pito” que no era sino trigo tostado y
molido con su respectiva “canca” carne deshidratada de alguna res que el abuelo
había beneficiado. Bien cenado y bien cansado me fui a descansar. Estaba
profundamente dormido cuando el estruendo de tres camaretazos me hizo saltar de
mi tarima, el eco del estruendo se repetía en cada cerro y alcanzaba a varias
leguas de distancia. Eran las doce de la noche y papá Florencio había esperado
este momento para dar inicio a la serenata a la abuela Mela. El tío Miguel Gutiérrez
con su violín y el tío Julio Muñoa -esposo de la tía Sebastiana- con su
guitarra armaban tremenda fiesta. Al amanecer, prácticamente todos habían sucumbido
al sueño. Y el partido, quien ganó?. Esa es historia para otro capítulo....
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